lunes, 26 de noviembre de 2007

21 de noviembre del 36

Han pasado 71 años desde que D. Miguel Castaño Quiñones, alcalde de León, periodista, editor del diario "La Democracia" fuese fusilado junto con otro cargos públicos de León por ser uno de los impulsores del Frente Popular, por ser un alcalde socialista, por ser fiel a sus ideales republicanos.
Sus últimos días estuvo retenido en la cárcel de León, tras haber pasado por el espacio de concentración que constituyó el actual Parador Nacional de San Marcos. Sufrió en ambos lugares el hacinamiento, el terror de las noches preguntándose si le tocaría ese día subir al camión que le llevaría ante el pelotón de fusilamiento.
Era uno de los personajes más relevantes del León de la época, defensor desde la páginas de "La Democracia" de las libertades de sus compatriotas leoneses. Su muerte fue una pérdida irreparable, desde todos los puntos de vista, en primer lugar el personal y sobre todo el familiar, pero también desde el punto de vista político y desde el ámbito periodístico.
Son muchos 71 años, dos o tres generaciones, que desapareció este insigne socialista. Seguro que su familia, sus hijos e hijas aun le recuerdan con fuerza. Hace poco me enteré de que, Mariano, su hijo mayor murió hace un par de años. También leí hace tiempo una carta de una de sus nietas, dirigida a José Luis Rodríguez Zapatero, publicada en "El País" y me conmocionó un hecho que si bien conocía de oídas no había reflexionado sobre ello. Resulta que ese periódico que dirigía tan notablemente, "La Democracia", sufrió el cierre tras su detención y poco tiempo después la incautación. Para los que no lo sepan, su maquinaria fue trasladada a la antigua Casa del Pueblo, donde a finales de noviembre del 36 comenzaba su andadura el que sería el periódico del régimen en León hasta el final de la Dictadura franquista, con la denominación de "Proa", que la gente de más de 50 aun podrán recordar.
Bueno, pues la cuestión es que esta incautación debió dejar en bastante mala situación a la familia Castaño, ya que además de no poder realizar la labor que venían realizando diariamente, de la pérdida de la clientela, ya que la mayoría de sus lectores o estaban detenidos, habían huido hacia el Norte o habían sido fusilados, también perdieron la posibilidad de recuperar el dinero que se les adeudaba por los anuncios en la publicación. Se quejaba esta nieta de Miguel Castaño de que los sindicatos habían recibido lo suyo, y es verdad que en el aspecto económico se han visto resarcidos por la incautación de su patrimonio.
Este es el hecho que más me ha llamado la atención, de las incautaciones a particulares o mejor dicho de la incautación de los patrimonios particulares de las personas que pertenecían o habían pertenecido a partidos políticos, sindicatos y demás organizaciones, nunca ha dicho nadie nada. Se ha hecho oídos sordos a las reclamaciones de las familias, seguramente por el miedo que tiene que producir al estado abonar el valor de ese patrimonio incautado, desde las pertenencias personales, pasando por las cuentas en Bancos y Cajas de Ahorros, por sus negocios, por los de sus familiares, hasta sus lugares de vivienda, vendidos y a veces hasta regalados a los nuevos líderes locales del recién surgido movimiento nacional.
Si nos pusiéramos a calcular el valor que podría tener hoy día, por ejemplo "La Democracia", un periódico de tirada local, contando por ejemplo la duración que tuvo "Proa" durante la dictadura, o con su enemigo ideológico de la época "El Diario de León", que sigue publicándose hoy en día, ¿cuanto nos daría?
Seguramente sería una cantidad generosa teniendo en cuenta los nivele económicos actuales, sin contar las economías de las familias que habrían vivido de ello, además del bienestar perdido por la de Miguel Castaño.
Esta es una de las cuestiones que no aborda la Ley de la Memoria Histórica, ¿cómo devolver a esas personas lo que perdieron, lo que les arrebataron, lo que dejaron de percibir? o lo que es peor ¿cómo permitir seguir justificando todos esos atropellos, en muchos casos, por parte de personas que son lo que son porque sus familias se beneficiaron de esa incautación, o porque callaron ante la injusticia para poder sobrevivir, o los que un poco más allá de todo esto creen que no se les hizo suficiente, ya a pesar de todo han podido sobrevivir a las adversidades?
Por eso, hoy unos días después, de ese 21 de noviembre, 71 años después de asesinato de este hombre de bien, honramos su memoria desde estas páginas con la esperanza de que, a pesar de todo, las cosas cambien, y que no sigan diciéndonos que hablar del pasado es abrir heridas cerradas y desenterrar historias caducas. Los que más tienen que ocultar son ellos. Los que tienen miedo de recordar son los que, junto con nuestros muertos, enterraron sus pecados.

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